domingo, 6 de septiembre de 2009

El país pesimista.

Estaba yo tomándome el café y leyendo el periódico (online), cuando entre noticias de putas, niños y enfermedades, se me ocurrió pensar "pero qué pesimista es España".
Me aventuré a leer comentarios subjetivos de los compadres y las comadres, y me reafirmó mi primera impresión.

La crisis, con sus tantas derivaciones (empleo, salarios, ayudas), la gripe A, con su apocalíptico estruendo, y los cientos, miles de temas trascendentales para ésta, nuestra comunidad, han hecho de nosotros un país pesimista, pluscuamperfecto que se queja de cualquier presente.

Sí, tenemos problemas, y sí, debemos protestar, pero sí, también hay que levantarse del sofá si queremos cambios.
Nos encanta quejarnos, eso es verdad. Da igual el partido político que gobierne, y da igual la situación en la que estemos, por necesidad, nos quejamos.
Pero lo curioso es que nuestros hábitos no varían; seguimos votando en el bipartidismo, entre esos dos partidos que ya nos conocemos muy bien y a los que siempre criticamos, seguimos chismorreando con los compañeros de trabajo o de clase "lo mal que va España" sentados en el mismo sitio de siempre y, de vez en cuando, si nos viene bien, salimos a la calle a gritar.

Y, entonces, queremos grandes cambios. Deseamos con nuestras fuerzas que a los políticos les importe de repente el pueblo, deseamos que nuestras críticas desde el bar resuenen en la Moncloa y que la única manifestación a la que acudimos sea la buena.
Pero nos encontramos con lo mismo y pensamos "qué asco de España".

Una cosa es cierta, las cosas no van del todo bien, pero otra cosa también es cierta; podrían ir peor si el país se transforma en culos aburridos que se quejan mando a distancia en mano.
No digo "¡eh, venga, salgamos a quemar contenedores y sujetadores!" o que tú (sí, tú) seas el cabeza de la movilización, solamente reitero que, aunque alzar la voz sea beneficioso, debe ir acompañado de una acción.

La realidad es que el mundo está infestado de enfermedades, muertes, terrorismo, irregularidades, injusticias, desempleados, pobres,... que no somos ni los únicos ni los peores, y que toda esta avalancha de infortunios ha existido desde que andamos derechos.
Pero hay otra realidad; la que nosotros queramos crear.
No le doy la espalda al mundo (no al menos las 24 horas del día), sin embargo, desde hace tiempo, me dedico a valorar lo que tengo y a esperar tranquilamente lo que tendré. Sin dramas. Sin discursos alarmistas.
Y es cuando le damos importancia a lo que está alrededor que valoramos cualquier nuevo bien (material, inmaterial) y España parece menos catastrófica.

Un últime apunte: Vale, bueno, de acuerdo, hay paro, pero siempre lo ha habido. Sí, vale, de acuerdo, ahora quizás más, pero todo tiene solución. Bueno, vale, de acuerdo, está la gripe A pululando, pero no tiene más rango de mortalidad que la gripe normal.
¿Por qué tan serios?

Paz y amor.